Viendo los hechos ocurridos en Rosario, a tan solo 100 km de nuestra ciudad, en relación al narcotráfico, que ha dejado en lo que va del año un saldo de 66 muertes, no nos lleva a otro cuestionamiento, más que el del título de esta nota.
¿Qué es la desigualdad, qué es la estigmatización? ¿Son realmente los aliados de una pobreza estructural que sufren nuestros territorios? ¿Y lo que ocasiona violencias sistemáticas? ¿O son los factores fundamentales de la misma? Así la ecuación sería: “más desigualdad, mayor pobreza, mayor estigmatización, mayor violencia. O más bien pensando en propositivo, menor desigualdad, menor pobreza, menor estigmatización, menos violencia.
Y esto es lo que, por años, trabajando en los territorios en donde viven familias, jóvenes y adolescentes, niños, niñas, adultos mayores, planteamos a través de una gestión que tiene las bases en la igualdad, en la inclusión social en el territorio y un estado soberano que amplíe y garantice derechos, y genere las oportunidades para todos y todas.
Hoy nos aterran los hechos de violencias, lo vemos a diario, y hasta casi naturalizado, algunos lo ignoran, esto es sólo, desde una perspectiva individualista, producto de un capitalismo cruel, que nos lleva a pensar en el refrán tan conocido: “Sálvese quien pueda” o en emitir frases modernas: “mientras no me pase a mí”, “lo que pasa puertas para adentro de una casa, no me compete”, “yo solo busco mi felicidad”. Otros quizá se horrorizan, y sorprenden, pensando: ¿hasta dónde llegaremos?
Si nos retrotraemos dos años atrás, la pandemia es un ejemplo claro de esto, donde el derecho a la salud auspició con aciertos y errores, una vacuna para todos, y lo que esta significó la posibilidad de generar una política sanitaria para todos y todas, salvando e igualando las diferencias socioeconómicas de las personas.
¿Cuánto más debe pasar, para que unos y otros, hagamos un solo cuestionamiento? Y es pensar: ¿En qué sociedad queremos vivir? ¿Cuál es el nuevo contrato social que estamos dispuestos a firmar? Pero firmar en serio, y esto nos incluye a todos, y todas, al ciudadano y ciudadana, al vecino y vecina que transita la ciudad, todos los días, y a quienes están en espacios de conducción y de decisiones políticas. Para que esto suceda, no podemos prescindir de ningún actor o actriz del territorio. Y no tiene que ver con posicionamientos efímeros, creyendo que con el amor es suficiente, o con cuotas de asistencialismo, que lo único que hacen es reforzar aún más, esa pobreza estructural e impide que nuestros adolescentes y jóvenes logren transitar su autonomía progresiva.
La droga, no es más que un motor, un objeto, que utiliza un sistema que quiere ver al pobre más pobre, dependiente, abusado, y estigmatizado, excluido totalmente del mismo. Es un inhibidor de la ausencia y del vacío, donde solo se consigue incrementar lo que se auspicia salvar.
Para que discutamos en serio y planteemos un nuevo contrato social, debemos tener el posicionamiento, ante todo, en un sistema democrático, que nos lleve a la convivencia con el otro, a la convivencia, con el pensamiento diferente al otro, y no a la anulación del mismo. Sin esto, es imposible, empezar siquiera a discutir.
Y ahí sí, profundizar en los dispositivos que, desde el estado, existen y desde hace mucho tiempo. Y hablamos desde el lugar del trabajo representado en nuestro dispositivo territorial comunitario, un ex cepla enmarcado en un programa de gestión “Recuperar Inclusión” allá por el año 2012. Donde nuestros adolescentes y jóvenes, tenían y tienen un espacio de contención, y donde pueden transitar con sus proyectos de vida. Y así, otros tantos dispositivos que existen a lo largo y ancho del país. Pero es hora de potenciar los recursos en los territorios, desde todas las orbitas nacionales, provinciales y locales.
Discutir nuevos paradigmas sociales, desde una perspectiva de salud integral y de derechos, generando la autocrítica de los procesos y sistemas que fracasaron, como el prohibicionismo y represión, a nivel mundial y pensar en nuevas estrategias y acciones políticas que no deje a nadie por fuera. Que intervengan todos los niveles estatales con compromiso y decisión, y que por sobre todas las cosas, haya un fuerte trabajo territorial en red, con referentes territoriales, operadores territoriales, profesionales de la salud, agentes sociales etc.
Nos debemos, como desafío re – construir una comunidad diferente, con corresponsabilidad social civil y política. Esa comunidad nos espera a todos y todas, con roles activos y protagónicos, deseosos y deseosas de un cambio estructural, para que esa ecuación mencionada al principio sea un hecho consumado que apueste a una convivencia social en paz y bienestar: “Menor desigualdad, menor pobreza, menor estigmatización, menos violencia” y como resultado: un nuevo contrato social.
Concluyendo, el estado, es el regulador y la herramienta para la transformación. No existe la perfección, pero si existe el esfuerzo y la posibilidad de construir todos los días, en base a la demanda de la población, a la escucha activa y a la acción política que nos permite un nuevo horizonte, renovador y esperanzador para todos y todas.
(Es un comunicado desde la dirección del DTC (ex DIAT) junto a su equipo técnico).
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